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Da Vinci’s Demons: la serie B le viene grande

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Banner Da Vinc's Demons

El otro día os hablaba de los guilty pleasures, y de como a veces nos avergonzamos de admitir que tal o cual serie nos tiene enganchados. Yo no tengo esa vergüenza, me vi enteras tanto El Internado como El Barco, las series más sin sentido y pegadas a la serie B de nuestra televisión, además de ventilarme una serie tan inconexa como Helix en menos de tres días, y no tengo ningún reparo en admitir que Da Vinci’s Demons es sin lugar a dudas la serie perfecta para colgarle el cartel de guilty pleasure, sentarte, ver sus idas de olla, y disfrutar. Cultureros, ya sabéis que acostumbro a dar los menores spoilers posibles, pero hoy voy a poner y muchos, así que si no habéis visto la serie y tenéis ganas de hacerlo, quedaos con esto: la recomiendo encarecidamente.

David S. Goyer, guionista capaz de lo mejor (Dark City, Blade, Batman Begins) y del más horroroso de los espantos (Blade: Trinity, The Unborn, Ghost Rider: Spirit of Vengeance), sorprendía a propios y extraños creando una serie de “época”, pero que a poco que rasques tiene sus rasgos característicos. El creador de Constantine o de la futura Krypton, nos sumerge en la Florencia renacentista para seguir las vicisitudes de un joven Leonardo Da Vinci, excelente pintor, ingeniero, inventor…, que tras un encuentro con un personaje de lo más misterioso, el Turco (Alexander Siddig, el futuro Doran Martell), se verá envuelto en una trama de conspiraciones y búsquedas por objetos que van más allá de la razón.

Tom Riley como Da Vinci

La ambientación es buena, se nota que Starz confiaba en la ficción, aunque esos decorados generados por ordenador cantan más de una vez. Tom Riley, versado sobretodo en teatro, convence como Da Vinci, pero peca de algo que casi todos los personajes televisivos “por encima de la media” tienen desde que conocimos al doctor Gregory House, y aún más después de que el Sherlock de Benedict Cumberbatch triunfara: esa mente a caballo entre el Asperger y la fragilidad emocional. El piloto (y el devenir de la serie) nos deja detalles muy interesantes sobre la personalidad de Leonardo: el Asperger, como ya digo, su adicción al opio, una pequeña fama de putero, y hasta inclinaciones homosexuales (más bien bisexuales), que hacen al personaje más completo, más atractivo. Claro que esto es televisión, por muy privada que sea la productora, y hay que finalizar siempre enamorado de la bella joven de amor imposible.

Pero lo mejor (porque no puedo calificarlo de peor) de todo es su guión. Hablando vulgarmente, es una ida de olla tras otra. Los inventos más extravagantes y adelantados a su tiempo de Leonardo están ahí (un traje de buzo, por ejemplo), pero lo interesante es que los prueba todos. Una máquina de planear, el mismo traje de buzo…, en la Italia renacentista. Eso es tener fe en uno mismo. Pero es que el guión no para de lanzarnos WTF en nuestra cara: colarse en el Vaticano, ir a ver a Vlad el Empalador que resulta que vendió su alma al diablo, libros que contienen el saber de la Humanidad pasada presente y futura, un mapa de América del Sur escondido en un libro hebreo, y, lo que más me ha gustado, el Arca de la Alianza guardada en los Archivos Secretos del Vaticano.

Goyer y su equipo de guionistas se propusieron en crear una serie corta, sólo ocho episodios, pero plagada de situaciones atractivas, por lo imposible de su propuesta. Y lo mejor es que irán a más en la segunda temporada, en serio. Por eso, Da Vinci’s Demons es la propuesta más distendida y atractiva de Goyer, y creo que hay que darle una oportunidad.

¿Y tú que piensas? Pásate por Da Vinci’s Demons: la serie B le viene grande para dejar tu huella.

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Publicado recientemente en Atlas cultural


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